Eclesiastés 3:1-4
Un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto."
Desde que nacemos comenzamos el proceso de crecimiento con pérdidas. Hay pérdidas ligadas al desarrollo, aspectos de sí mismo, de relaciones, de posesiones, de salud, emocionales y espirituales. Las pérdidas la podemos definir como carencia o privación de lo que se poseía. Con el caminar de los años he aprendido de cada duelo algo nuevo que he valorado. He aprendido que nada poseemos. Todo se pierde en este sistema mundo. No importa tus conocimientos, posiciones, afanes, riquezas, todos vamos a pasar por pérdidas; Principalmente el de la vida.
La vida, la esencia del ser, la tenemos en las tres dimensiones en las que se compone el hombre. Cuerpo( físico), alma ( donde están la emociones, creencias y voluntad) y el espíritu (lugar del alma donde se sienta la fé). Todas ellas son un regalo de Dios.
Dios le dio vida al vientre de nuestras madres y físicamente somos engendrados en este mundo.Dios le da vida a nuestra alma muerta, a través de su Espíritu Santo. Este nacimiento ocurre en el momento que Dios nos revela su amor por nosotros, expresado en su Hijo. Es esa fe impartida, ese momento donde mi espíritu recibe la vida eterna por su gracia.
Esta nueva vida impacta mi alma y comienza a producir entrega, arrepentimiento de toda obra fuera de Su Palabra y propósito. Esa vida, esa fe, es Él mismo, en mí.
He entendido que la vida física en este mundo se va a perder. Pero aquellos que recibieron el regalo del Espíritu Santo, nunca tendrán la pérdida de vida espiritual, porque su vida es eterna.
Señor, todo mi ser es tuyo. Nadie me puede quitar algo que no poseo. Mi vida está clavada en la cruz del calvario con la tuya. Pronto resucitaré y estaré eternamente contigo, mientras tanto estoy en este cuerpo, físicamente en este mundo. Toda pérdida sea convertida en ganancia, en mis procesos de duelo tu nombre sea glorificado. ¡Te pertenezco!