Cuando Jesús estuvo en el hogar de Simón el fariseo, una mujer pecadora se postró ante Él con lágrimas y derramó perfume ungiendo sus pies.
Jesús perdonó sus pecados y transformó su vida, permitiéndole nacer de nuevo (nacimiento espiritual). La mujer pecadora fue transformada en una nueva criatura, con una nueva vida en la cual se restableció su comunión con Dios. Cristo le dió una nueva identidad.
Si el Espíritu Santo ha generado en ti convicción de pecado, arrepiéntete, reconoce a Jesús como Señor y Salvador y camina de Su mano. Jesús será tu guía, Su Palabra dirigirá tus pasos y la armadura de Dios te ayudará a resistir aquello que no es agradable a sus ojos.
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