He visto personas pasando por grandes tribulaciones o momentos difíciles, pero reflejando paz y fortaleza en medio de la tormenta que atraviesan. De seguro tú también los has visto.
¿Cuál es la diferencia?
¿Cómo es posible mostrar tanta serenidad?
“Pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse” (Isaías 40:31).
Los hijos de Dios, aquellos que han aceptado a Jesús como Señor y Salvador, le entregan sus cargas al Padre y descansan en Sus promesas teniendo la certeza de que se cumplirán. El Señor les dice en Su Palabra: “No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa” (Isaías 41:10). La fe hace la diferencia “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Esas personas fortalecidas por Dios y consoladas por el Espíritu Santo, son el reflejo del amor de Jesús manifestado en sus vidas.