En la vida atravesarás aflicciones, pero la diferencia estriba en aquello que te sostiene para afrontar la batalla.
"Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra; misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado" (Salmo 144: 1-2).
¿Qué hacer?, ¿Debes quedarte deprimido y angustiado ante las pruebas? No. Entonces, extiende tus manos a Jesús. Él te sostendrá. Levántate en Su nombre. Confía en los planes de Dios para tu vida, apóyate en Su Palabra.
"Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundiran aliento" (Salmo 23: 4).
Así como el diamante necesita ser pulido para que salga lo mejor de él, así nosotros necesitamos mantenernos con firmeza ante las pruebas y dejar brillar en nosotros la luz de Cristo, aprendiendo, creciendo, madurando y descansando en los maravillosos planes que Él tiene para nuestras vidas, aún cuando no los entendamos.
Ante las pruebas pregúntate: ¿Qué quiere enseñarme Dios de este proceso?
¡Déjate pulir por Cristo!