Cuando Dios es el fundamento de tu vida, cada día es una invitación para crecer en todos los ámbitos de la misma, independientemente de las circunstancias. Los planes de Dios son buenos y nos permiten crecer y madurar espiritualmente.
Jesús nos moldea removiendo los tropezaderos que impiden nuestro progreso para sus planes eternos.
Adorar a Dios implica obediencia, entrega, morir al egocentrismo, tener fe y confiar plenamente, aún ante los acontecimientos más abrumadores. ¡Adora y confía! Eventualmente, comprenderás cómo esos procesos te ayudan a crecer y qué debes aprender de los mismos.
Crecer en Cristo nos moldea y nos dirije hacia una vida victoriosa.